Desde que la península Ibérica fue virtualmente separada de aquellas influencias externas debido a la naturaleza de su geografía, su enfoque con respecto a la cabalgata, al estilo gineta permaneció sin cambios por siglos. La práctica Romana de la tauromaquia continúo a florecer en las regiones de Portugal y España mucho después del colapso del Imperio Romano. A diferencia del espectáculo bárbaro original Romano, sin embargo, aunque asumió una forma libre virtual de todo, la tauromaquia vino a ser gobernada por un código formal de conducta que se mantuvo con esmerado respeto en estas regiones. La necesidad indispensable para que este desempeño fuera considerado como una forma de arte se basó en un caballo fogoso de combate cuya valentía, agilidad y obediencia pudiera dar confianza al encarar el peligro. Fueron estas cualidades que tomaron prioridad en la cría del caballo ibérico. La segunda consecuencia ocurrida debida a esta práctica, a pesar de que fue del todo inadvertida, fue la apreciación y desarrollo de un entrenamiento de caballo y jinete. Debido a que los cuernos de un toro son un arma mortal, un control conjunto se hacía imperativo y un entrenamiento o movimientos de arena se desarrollaron alrededor de la práctica de la tauromaquia convirtiéndose en parte integral de la equitación de las regiones. Posteriormente fue utilizada como doctrina para el adiestramiento del caballo de guerra, la tauromaquia finco los principios básicos del adiestramiento.
El arte del rejoneo, también conocido como el Arte de Marialva por la influencia del Cuarto Marques de Marialva en dicha disciplina, se dice que es el origen de las diferencias de razas entre el Lusitano y su ancestro, el caballo Ibérico. En el Siglo XVIII el Rey Carlos III de España prohibió la tauromaquia, algo que no ocurrió así en Portugal. La selección de la raza pura de Lusitanos de ahí en adelante fue orientada a su utilidad en las plazas de toros, mientras que en España, la prohibición de las corridas de toros ocasionó que la raza pura del caballo Español tuviera la falta de funcionalidad en este aspecto.
El rejoneo moderno como se le denomina tradicionalmente, es mas a fin a la escuela de adiestramiento del Grand Prix que nunca antes. La precisión, concentración y expresión artística requerida para esta disciplina demanda años de entrenamiento para el caballo y el jinete. Con la excepción de algunas razas cruzadas particulares, la mayoría de los caballos utilizados para esta disciplina son Lusitanos de pura sangre, ya que se vuelve evidente que su disposición en sobresalir encarando el peligro no es superado por ningún otro.